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miércoles, 28 de octubre de 2015

Acoso escolar: 'Los profesores dejaban que las otras niñas me vejaran porque decían que eso me hacía más fuerte'

FUENTE; http://www.elmundo.es/madrid/2015/10/28/562fd06fca4741cc2f8b45cc.html


«Hay un momento en el que crees que la vida es eso. Que tú eres así, débil. Que la gente es mala. Que no sólo es que haya unas niñas malas que te fastidian: es que los profesores lo permiten, e incluso participan. Y empiezas a pensar que es mejor que tu madre no vaya a quejarse al colegio. Porque cada vez que va, la cosa empeora. Primero no quieres ir al colegio. Luego no quieres salir de casa. Y al final ya no quieres salir ni de tu habitación».
María tiene ahora casi 19 años. No va a clase, sino que estudia en casa. Cuenta su historia como quien narra una película. Como hablando de otra persona. Con una serenidad desusada, aplastante. Un ejemplo: «Y sí, yo vi que no había otro camino, que tenía que suicidarme», dice María. Y no mueve una ceja.

A su lado su madre tiembla, enlaza un cigarro tras otro, suspira sonoramente. Un poco más allá, en un discreto segundo plano, su abogado suelta una carcajada desdramatizadora y se dirige a la chica: «¡Ahora sí que estamos en marcha! ¡Pero si no te acuerdas ni de la mitad! Cuánto me alegro, de verdad».
Cuando tenía 14 años, buscando el sueño eterno, María se tragó 12 pastillas de lormetazepam y pasó dos días en la UCI del Hospital San Rafael. Antes, durante los cinco meses en que fue desescolarizada de su colegio en Villaverde -un tiempo en el que profesores de la Comunidad de Madrid le dieron clase en su propia casa, de la que no podía salir porque le daba miedo encontrarse con las acosadoras-, «la niña intentó tirarse varias veces por la ventana», explica su madre.
La mujer colocó una silla junto al alfeizar. Para sentarse a vigilar. No era para menos. La familia vivía en un piso 12º.
Con el tiempo, con esa capacidad de supervivencia tan inesperadamente humana, María salió a flote. Se pasó medio curso en casa y después se cambió de colegio. Se decidió a denunciar los hechos. La familia incluso se cambió de casa, puso distancia con el miedo. Y María, que hace cuatro años se acurrucaba temblando en el sofá de puro pánico, como escribió una de sus profesoras a domicilio, se convirtió en una mujer tan segura que habla del pasado como quien canta la lección de Historia. Y también del colegio en que empezó todo. En cuyo comedor fue obligada, asegura, a comerse su propio vómito. Donde los profesores «dejaban que las otras niñas me vejaran porque decían que eso me hacía fuerte».
La misma escuela religiosa del barrio madrileño de Villaverde en el que estaba escolarizado el niño de 11 años que se suicidó hace hoy exactamente 15 días. La Policía Nacional investiga si el menor sufría bullying: antes de tirarse por la ventana, el crío dejó una nota en la que decía que no podía volver al colegio.
Habla la madre de María: «Todo empezó cuando ella tenía 11 años. Primero empieza con dolores, con quejas. Luego llegan las crisis de ansiedad. Le haces mil y un chequeos. Todo tipo de pruebas. Y alguien te dice que a lo mejor es psicológico. Y entonces...».
Le sucede la cría: «Al principio no te das cuenta. Tienes problemas digestivos, cosas así. Luego sólo quieres quedarte en casa. Me quedaba con mi madre, en la cama». El acoso, narra, comenzó por parte de un pequeño grupo de niñas, «pero luego los profesores eran totalmente insensibles. Una vez, la niñas me metieron la cabeza en un plato de espaguetis y vomité. Los profesores me hicieron comerme hasta el vómito.

"Me rompí la nariz"

En un ejercicio, las chicas me dejaron caer en Gimnasia: me rompí la nariz, pero los profesores ni me llevaron al hospital ni avisaron a mi madre, que me tuvo que llevar después. Hasta ellos se burlaban: 'Es que es hija única, es una niña muy débil, hay que aprender a hostias'. Así pensaban, ése era el mensaje. Yo necesitaba un abrazo, y ellos sólo respondían con indiferencia. Hasta me llegué a mear en clase, porque no te dejaban ir al baño. Era como el Ejército, un horror. Al principio, cuando llegué, pensaba que los curas eran raros, diferentes. Al final me dije: 'No. Son malos, eso es todo, son malos'».
Después de que un psiquiatra dictaminara que María sufría acoso escolar, la Comunidad de Madrid accedió a escolarizarla en casa. Y ahí se produjo un interesante contraste: el de las profesoras aportadas por la Administración regional y los del colegio religioso, cuando estos tenían que ir a examinarla a fin de curso.
Escribía entonces una de las primeras: «Es una niña atemorizada, con mucho miedo y ansiedad, le cuesta salir de casa por temor a encontrase con los alumnos del centro que parece ser que merodean por el parque cercano a su casa. Algún día la he encontrado en el sofá atenazada por el miedo, temblorosa, mordiéndose las uñas y arrancándose la piel de las manos. Está aterrorizada. La idea de que los profesores puedan ir a su casa la tiene atemorizada».

El director dijo que estaba fingiendo

Cuando esta profesora acudió al centro a hablar con el director -incluso la consejera de Educación de Madrid, Lucía Figar, tuvo que intervenir para pedir al centro que se coordinara con ella, cosa que se negaba a hacer-, consignó esto en un documento: «La contestación del director fue que la niña estaba fingiendo, que no le pasaba nada, solamente que era muy inteligente y que tenía dominada la situación y manipulaba a sus padres. Le contesté que yo había visto situaciones que difícilmente se pueden simular y que a los médicos difícilmente les podría engañar». Pocos meses después, María intentaba suicidarse.
El cambio de colegio tampoco ayudó mucho al final. «Al principio fue bien», cuenta la chica. «Pero de pronto aparecieron amigas de las acosadoras del otro centro. No pude superarlo. Yo tenía apenas 14 años. Un día me encontré escondiéndome entre los arbustos. Volví a recluirme en casa».
Sus padres acudieron entonces a un abogado. «Llegaron contando que lo sabían todo de su hija, que ella se lo contaba todo. Como siempre sucede, apenas sabían un 5%», explica el letrado, Robinson Guerrero.
Fue entonces cuando la Comunidad de Madrid envió a la Inspección al colegio, que negó la existencia de acoso escolar a María. Los inspectores zanjaron el caso: «La lejanía en el tiempo, los escasos datos de los que disponemos, así como la improcedencia de llevar a cabo en el centro una investigación, interrogando a profesores, a padres de alumnos y a éstos cuando la alumna ya no pertenece al colegio, hacen que no sea posible determinar cuál de las dos versiones se adecua a la realidad».
Los padres denunciaron los hechos en los juzgados de primera instancia de Madrid. Tras dos días de juicio, con más de media docena de declaraciones, la juez María del Rosario Campesino no entró en el fondo del asunto y declaró los hechos prescritos.
La Comunidad de Madrid asegura que no actuó de oficio porque el colegio ya había investigado, y que sólo uno de los tres informes psiquiátricos aportados entonces por la familia hablaba de acoso, informa Olga R. Sanmartín. La Audiencia Provincial de Madrid debe decidir ahora, ante el recurso presentado por los padres.
¿Y María? Pues María casi ya se ha olvidado de todo. Y ya sabe lo que quiere ser de mayor: egiptóloga.

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