Artículo realizado por Maria Rydkvist en Estocolmo a 18 de abril de 2016.
En la mayoría de ocasiones que se menciona el tema del bullying al niño superdotado, se suele hacer referencia a un acoso escolar que proviene de los compañeros del colegio o de otros niños o jóvenes de su entorno. En esta ocasión, deseo centrarme en el tema del bullying al niño superdotado que realizan los adultos y los docentes en la escuela a estos alumnos. Este tipo de maltrato, casi siempre de tipo psicológico y prolongado en el tiempo, donde el adulto abusa de su situación de poder sobre el propio niño y de manera sutil, puede dejar una huella de por vida en la autoestima e identidad del niño superdotado, y acarrear secuelas incluso mayores, que el propio acoso físico recibido por compañeros de igual edad cronológica.
El bullying del adulto en la escuela al niño superdotado, es un tema de gran controversia y que en pocas ocasiones se discute abiertamente, ya que al abordar la superdotación en la escuela, se presupone que los niños superdotados se encuentran protegidos por los adultos que los rodean, cuando la realidad nos demuestra a diario, que son los adultos los que más hieren y coaccionan el desarrollo educativo y de la personalidad del niño superdotado, y los que de manera más continuada pueden influir en el día a día de estos alumnos de un modo negativo.
La interpretación de superdotación como una expresión en torno solamente al logro y al talento, deja fuera del foco de atención, las características de la personalidad y las emociones del niño superdotado, que son las que en numerosas ocasiones pondrán al adulto a prueba, y al niño en controversia, y serán señas identificativas más fiables si cabe de la superdotación del alumno, que el resultado obtenido en los distintos exámenes o pruebas que realice el alumno.
Se está tratando la superdotación como ”un tipo de técnicas pedagógicas para el aprendizaje”, pero nos estamos olvidando de la sensibilidad de los alumnos superdotados, y que parte de la propia superdotación consiste en poseer una alta emocionabilidad y el de una personalidad inquisitiva, que lleva a estos niños al cuestionamiento de las normas, de la autoridad y de lo establecido, sobre todo, si el niño o joven superdotado no encuentra un sentido moral, justo o lógico, al mensaje que el adulto pretende divulgar en el aula.
Estas características de la personalidad del niño superdotado, lo convierten en vulnerable, ya que son niños que normalmente actúan fuera de lo establecido. Este tipo de actitud puede llevarles a que los docentes reaccionen de manera negativa ante estos alumnos, que normalmente tienen incluso un vocabulario más avanzado que sus compañeros, lo cual les permite expresarse de una manera más sofisticada y ”adulta”, y argumentar con el docente a un nivel inesperado para su edad.
Estos niños superdotados no entienden de jerarquías sociales y poseen un fuerte sentido de la justicia y de lo justo, que puede poner al docente en más de una ocasión contra las cuerdas. Además debemos tener en cuenta, que junto a todo lo anterior, los niños superdotados no suelen echarse atrás cuando consideran que llevan razón, o que las cosas no son como deberían serlo. Los primeros síntomas de hastío y desengaño de los niños superdotados en la escuela e incluso de rechazo por asistir a la misma, proceden de sus relaciones, experiencias y valoraciones hacia a ellos, recibidas por parte de los adultos que los rodean, y de cómo estos de manera reiterada, han fracasado en su intento por hacer que el niño superdotado se vuelva ”invisible” en el grupo.
Los docentes tratan a los niños superdotados, ignorando el componente emocional de los mismos, y su forma de entender la justicia, ya que entienden que las diferencias hacia estos alumnos deben concentrarse tan solo en aquellas en torno a adaptaciones del currículo escolar, o de los contenidos de las diversas materias, pero dejan desamparadas las emociones del niño superdotado, su forma diferente de entender el mundo, y en ocasiones les dejan en evidencia en el aula frente a los demás alumnos, con acusaciones del tipo de ”crees que eres tan listo que no necesitas prestar atención como el resto”.
El niño superdotado es aquel que se niega a cantar cumpleaños feliz al interino de apoyo en el aula justo el día que cumple años, mientras el resto de sus compañeros se ponen de pie y cantan al unísono, y grita en voz alta que ”¡le odia!”, ya que ”explota emocionalmente” tras llevar sufriendo ese bullying sútil e invisible, por parte de ese interino a lo largo de todo el curso escolar.
Por este mismo motivo, se le termina castigando y dañando aún más su autoestima, y ”se le deja castigado en clase al finalizar el día por decir que odia al adulto”.
La escuela del siglo XXI, sigue sin entender que el niño superdotado pueda llegar a odiar al adulto, y que este desarraigo pueda ser provocado por el propio adulto, como consecuencia de sus propios prejuicios, y de un compotamiento y actitud hostil hacia el niño superdotado y a sus emociones. Este tipo de autocrítica sobre la capacidad del docente para trabajar con niños superdotados, no se lleva a cabo en la escuela, presuponiendo que los adultos son incuestionables, y que el niño debe merecer de su respeto, por el mero hecho de compartir un espacio común denominado el aula.
Los niños superdotados que reciben bullying por parte de los adultos, son niños que ”explosionan” en el aula de manera inesperada ”pillando por sorpresa” a padres y docentes, por lo que parece algo sin motivo, irrazonable, pero que esconde un sufrimiento prolongado por una incomprensión hacia sus necesidades emocionales basado en unas interacciones en desequilibrio, donde se pone a prueba la autoridad del adulto casi a diario.
El niño superdotado se convierte así en una víctima de los docentes y del sistema educativo como herramienta socializadora del grupo.
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